En primer lugar, tal como lo aconsejaba
el flyer del evento, mi compañera y yo llegamos temprano para
hacernos de un buen lugar en mesa y disfrutar del espectáculo, como
habíamos hecho antes cuando había toques de bandas en el Búnker.
Apenas nos habiamos sentado nuestro mesonero nos anuncia que se está
exigiendo un servicio de ron
o vodka por mesa. Es costumbre en el Búnker (entendible, por demás)
exigir el consumo a los clientes en mesa, pero ahora se nos exigió
consumir un producto en específico. A mi novia y a mi en lo
particular no nos gusta ninguna de las dos bebidas, y nos manejamos
más bien entre la sangría y la birra ocasional. Pero, ya habíamos
llegado muy lejos para regresar, ¡traiganos su ron más barato por
favor! (ah, por cierto, también se nos informa informa ante nuestra sorpresa que el servicio cuesta más que lo que normalmente cuesta por haber “un evento”). Al poco tiempo de traernos
nuestro servicio, se nos trae además sin aviso y sin opción la
cuenta de la mesa. Les estaban mandando a cerrar las cuentas nos dijo
el mesonero, así que tuvimos que cancelar de una vez nuestros
gastos, y no al finalizar la noche como es costumbre. El ambiente
emanaba desorganización. De repente empezaron a poblar el espacio
entre las mesas grupos de personas a los cuales, a pesar de no tener
mesa, el Búnker no tuvo escrúpulos para ofrecerles el mismo
paquete: tome su servicio forzoso de ron, ¿no tiene mesa? Ponga la
hielera en el piso... y pague de una vez. Al comenzar el espectáculo,
se hizo evidente el por qué del modus
operandi de aquella
noche: el Búnker no podía controlar el espectáculo... y lo sabía
de antemano.
Apenas
tomó el escenario el anfitrión para dar inicio al cronograma de
actuaciones todo el público se aglutinó en torno a la tarima, y a
medida que el campo visual se iba disminuyendo, el resto del público
empleó las sillas como pedestales para obtener una mejor visión. El
resultado fue que a no más de 5 metros de la tarmina se hizo
imposible ver otra cosa que las espaldas de los espectadores. La
administración del Búnker por su parte no hizo ningún esfuerzo por
corregir la situación, y hasta los mesoneros se adelantaron entre el
público y se encaramaron a una silla para ver los stripstease o los
monólogos drag. En vez de haber llegado a las 9, lo mismo valía que
hubiese llegado a las 12 a escabullirme entre el público, y me
hubiese ahorrado el trago amargo de pagar por un beneficio que no
obtuve (disfrutar el espectáculo desde una mesa cercana a la
tarima)... y el trago amargo del ron. En mis idas al baño pude
apreciar el descontento aún mayor de los que tenían mesas más
atrás, que no podían ver un carajo a menos que abandonaran su mesa,
cosa que la organización del Búnker parecía pasarse por el forro.
Uno
puede organizar un evento con mesas, con público sentado y bien
atendido con mesoneros y servicios, o un evento de público en pie,
con trago en mano, conglomerado en torno a la tarima. Lo que no
funciona es la mezcla oportunista que articuló el Búnker anoche,
donde quizo cobrar los beneficios de la primera opción, pero
ofreciendo el servicio de la segunda.
A
ustedes, los organizadores del Rock And Love espero verlos de nuevo
en esta ciudad, con más atracciones y espectáculos (y con suerte
con más atrevimiento y reto a la buena costumbre y correctitud del
público). Con suerte, será en un lugar más apto, o quizás en el
mismo, pero con condiciones más acordes a las circunstancias.
Saludos
y buenos deseos,
Alejandro
Rodríguez
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